¿En qué tiempos vivimos? Es que aún no me queda muy claro. Unas veces somos demasiado coherentes y otras demasiado animales. Volvemos a los tiempos de antaño. Nos sale el instinto animal.
En las primeras horas del pasado sábado 30 de diciembre ejecutaron a Sadam Husein. Fue exactamente a las cuatro de la madrugada. La noticia era de esperar, pero no de asimilar tan fácilmente.
Ahorcado, como en los viejos tiempos. Qué fuerte me pareció al ver algunas de las imágenes que salieron por televisión. No me imagino el miedo, o la sensación que se puede llegar a sentir en ese momento. Angustia, terror. Encima gente presencia esas muertes, cómo caen, si se les rompe el cuello, o no; si agonizan o no.
Me pone nerviosa hasta escribirlo.
Unos lloraron por su muerte. Otros lo celebraron por todo lo alto. Y cada uno con sus respectivas razones.
Y si encima tenemos en cuenta las 74 muertes por los atentados desencadenados por la muerte de Husein... El mundo se vuelve loco.
Para mi sigue siendo una brutalidad la pena de muerte, para cualquiera. Parece que el lema del mundo es “el ojo por ojo”. Damos asco en ese sentido.
El otro día hablando del tema, alguien me contó que uno de los hombres que han sido ejecutados últimamente en Florida había tardado en morir 35 minutos. Una bestialidad, una crueldad esa agonía.
Comprendo la gravedad de los delitos que hayan cometido, pero de todas formas, esa no es la manera. Cárcel para toda la vida, mejor. Que paguen por lo que han hecho de otra manera.
En esta vida hay que ser justo, o eso dicen ¿no?. Pero en ocasiones, ¿esa justicia no es desproporcionada? ¿No pagan en ocasiones justos por pecadores?
No confío en la justicia. No me la creo, no existe.
Seamos humanos, que es lo que realmente necesitamos.